Hace algo menos de un año decidí volver a estudiar de manera reglada, porque
la verdad sea dicha, aunque hace ya mucho que acabé mi doctorado, nunca he
dejado de estudiar. Como nueva alumna en la era tecnológica no tardé en unirme
a diversos grupos de mensajería instantánea, algunos centrados en asignaturas
concretas, otros sobre intereses varios. En uno de ellos surgió el otro día la conversación
que me ha impulsado a escribir este blog. El tema de la conversación era la
vieja diferencia entre sexos; en este caso el debate se daba entre un grupo de
personas con formación universitaria o en proceso de obtenerla. Las opiniones
que se expresaron fueron dispares, como corresponde a un grupo relativamente grande.
La opinión de un individuo en particular llamó no sólo mi atención sino la de
bastantes de los integrantes de la conversación. A raíz de los datos allí
expuestos, he dedicado la tarde a consultar la página web de Instituto Nacional
de Estadística. La tarde ha sido tremendamente productiva y también he de decir
que tengo claros algunos datos que antes no conocía y otros que ni si quiera
imaginaba. Por ejemplo, sabía que había pocas mujeres en puestos
directivos, pero no me imaginaba que el año 2012 el porcentaje de mujeres en el
conjunto de Consejos de Administración de empresas del Ibex-35 era del 13.3%, y
que ese porcentaje doblaba al del año 2011. Tampoco era consciente de que el
número de mujeres en Reales Academias Españolas apenas superó el 9% en 2014, sobre
todo teniendo en cuenta que desde hace años el porcentaje de mujeres con una
educación superior en España supera con creces el de hombres. Esta disparidad
no se justifica por el porcentaje de graduados superiores en las franjas de
edades más altas, que serían las franjas que corresponderían al nivel de
experiencia deseado para un académico. No hay diferencias en la franja de 45 a
54 años y es un 6% superior en favor de los hombres en la franja de 55 a 64
años.
Yo nunca me he considerado feminista, creo en las personas y sobretodo creo
en el talento. Nunca me he sentido discriminada por mi condición de mujer.
Siempre me ha molestado la discriminación positiva, porque creo que las
personas tienen que obtener lo que se merecen por sus propios méritos y las
mujeres somos perfectamente capaces de hacerlo sin ayuda alguna. No creo en las
cuotas, por las mismas razones que me molesta la discriminación positiva.
Mi formación es principalmente científica y soy consciente de las diferencias
biológicas entre mujeres y hombres. Creo firmemente que hombres y mujeres somos
diferentes, pero igual de firmemente creo que tenemos los mismos derechos, las
mismas obligaciones y las mismas libertades. No me gusta en absoluto que haya
personas que consideren el aborto una cuestión asociada únicamente a la mujer y
me desagrada que la defensa de los derechos de las personas y consecuentemente
de la mujer se asocie con una orientación política específica. Pero mi paseo
por el INE y la conversación del otro día me han hecho comprender cuánto debo a
las feministas; si yo estoy aquí hoy hablando de lo que quiero es porque hubo y
hay mujeres valientes que luchan por los derechos de la mujer, por derechos tan
básicos como evitar la ablación y la violencia hacia las mujeres y otros
igual de necesarios como la presencia de mujeres en altos cargos, no por
cumplir un porcentaje sino porque se lo merecen, porque hay mujeres con
talento.
Quiero pues acabar esta primera entrada primero explicando mi propósito y
después dando las gracias. Mi propósito es escribir sobre el talento de las
mujeres, no porque sea mejor o distinto del de los hombres, sino porque se
habla menos de él. También pretendo hablar del talento y sólo del talento, sin
adornarlo con otros atributos físicos, que frecuentemente desvían la atención
de lo que para mí es la esencia de la persona. Finalmente tengo que dar las
gracias, en primer lugar a mi compañero de estudios, por tener la osadía de
exponer sus ideas, tan equivocadas acerca de la situación de la mujer en el
mundo, que han provocado mi activismo. Creo que no está solo, que hay personas
que comparten sus ideas y que estos aparentemente inocentones con ideas basadas
en estadísticas de dudosas fuentes hacen mucho más daño de lo que nos
imaginamos. Y finalmente quiero agradecer a todas las mujeres, conocidas y
anónimas, a las que yo no era del todo consciente que debía tanto.
" Creo firmemente que hombres y mujeres somos diferentes, pero igual de firmemente creo que tenemos los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas libertades."
ResponderEliminarMe quedo con esto Covadonga, me ha gustado mucho la primera entrada de tu blog y te animo a que sigas publicando.
Muy bien redactado, da gusto leerte.
Un saludo.
Gema.